La magia culinaria de Xmatkuil enciende la feria
El sol tiñe de naranja las nubes que flotan sobre el bullicio de la 51ª Feria Internacional Yucatán X´Matkuil. Entre risas de niños, notas de música de todo tipo y el griterío lejano de un juego mecánico, algo más poderoso que la música llama a los sentidos: el aroma, el sabor.
Se cuela primero el humo suave del carbón. Luego, la promesa de masa recién horneada y brasas inquietas que chisporrotean como si contaran secretos antiguos. Así inicia el desfile invisible de sabores que convierte la feria en un banquete al aire libre.
Las carnes ahumadas, doradas al fuego lento, parecen respirar su propia historia, jugosas y profundas como la tierra que las vio nacer. Muy cerca, las banderillas coreanas, traviesas y coloridas, agregan un guiño cosmopolita a esta celebración yucateca. En otra esquina, los helados de fantasía brillan como un sueño infantil, con sus colores imposibles y formas caprichosas que invitan a la sonrisa.
Pero la feria no sería feria sin los clásicos que rinden homenaje al paladar local. Las marquesitas crujen bajo los dientes y liberan ese abrazo dulce y salado que solo entiende quien lleva a Yucatán en la sangre. Y al fondo, entre risas y charlas, las bandejas de botanas rebosantes de charritos, jamón, queso Daisy, jalapeño y crema ácida, esperan pacientes, listas para ser devoradas sin remordimientos.
Cada bocado es un capítulo de esta crónica sensorial: un equilibrio entre tradición y sorpresa, entre el antojo y la memoria. La feria no solo exhibe ganado ni presume su músculo productivo; vibra en los sabores que recorren sus pasillos, donde cada visitante encuentra una excusa para detenerse, probar y dejar que el corazón lata más fuerte.
Porque aquí, entre luces y aromas, la esencia yucateca se sirve en platos generosos, y quien prueba, además de saborear, se lleva consigo un pedacito de esta tierra que sabe a fiesta, a hogar y a alegría.
